Desde la antigüedad, hubo locales en Grecia y Roma donde los hombres iban a cortarse el pelo y las mujeres se hacian el peinado en casa.
En la Edad Media, el gremio de cirujanos barberos llevó a cabo estas tareas. A medida que los cirujanos realizan procedimientos más especializados, abandonan el arte de afeitarse y peinarse a sus estudiantes.
Por un edicto publicado en noviembre de 1691, Luis XIV separó oficialmente la profesión de peluquero de la de barbero-cirujano institucionalizando la separación de estos dos colectivos.
Las peluquerías como tales sólo aparecieron a finales del siglo XIX. Reservadas a los hombres, sólo se abrieron a las mujeres a principios del siglo XX.